Fijando un objetivo claro

¿Quién eres como persona? ¿Quién eres como político?

Todo comunica

En política, también

La politica deja huella

¿Que legado quieres dejar cuando te marches?

Y acaba la política

Una nueva oportunidad, ¿la quieres?

10 puntos ciegos en un Líder Político

Una de las bondades que aporta el entrenamiento político es la oportunidad de escuchar y como consecuencia entender la realidad que viven nuestros políticos. Mi experiencia a lo largo de estos ocho años, después de más de 50 procesos personalizados a líderes políticos y unido al desarrollo de dos campañas electorales me aportan una visión más amplia de la verdad que viven las personas que están al servicio público.

En cada entrenamiento (proceso de coaching político) surgen bloqueos, dudas, situaciones conflictivas, inquietudes, reflexiones, aprendizajes, estrategias, conocimiento y descubrimiento de uno mismo, incluidos sus propios puntos ciegos. Esos matices de la personalidad de los que uno no es consciente o se ve imposibilitado para reconocerlos. A continuación doy a conocer aquellos puntos que a lo largo de mi experiencia y casos reales de una forma u otra han surgido en los procesos de coaching político realizados.

1º Preocupación por las apariencias. Existe un convencimiento muy arraigado en el ámbito político, que se asienta más en una creencia que en hechos contrastados de lo que la sociedad requiere. El político cree que necesita parecer bueno a toda costa. Está continuamente preocupado por su imagen pública, anhelando el lujo material que conlleva el prestigio. Esta convicción lleva al político a un estado de “inseguridad” permanente, donde su foco se centra en todo lo externo, olvidándose del sentido más básico de su función pública. Y la realidad manda. La política se basa en los resultados y no en la apariencia de ser aquello que se espera dejando de ser aquello que se es. El éxito político va unido al rendimiento personal orientado al servicio, unido a excelentes relaciones con todos “actores” que intervienen en el escenario político.

2º Esfuerzo desmedido. Desconecta de todo aquello que no tiene nada que ver con la política. Aparece un hábito de trabajo compulsivo donde queda en evidencia una ausencia de equilibrio entre la parte personal y la responsabilidad política, lo que le conduce sin ser consciente a vivir un estado de estrés unido a un agotamiento o fatiga laboral (burnout) llevándole a la ineficacia y negación de lo ocurrido. Este deterioro y cansancio excesivo progresivo, unido a una reducción drástica de energía,  acompañado a menudo de una pérdida de motivación, lleva al político con el transcurso del tiempo a afectarle en sus actitudes, sus modales e incluso a todo su comportamiento general, dejando de ser quien es para ser alguien en quien él mismo no se reconoce y a su vez su entorno más cercano tampoco lo reconocen.

3º Ausencia de la realidad. Perseguir objetivos poco realistas se convierte en una insatisfacción permanente inconsciente que se manifiesta de manera constante. El político que vive este punto ciego suele fijar objetivos demasiado ambiciosos y frecuentemente inalcanzables, tanto dentro del grupo de gobierno, en su partido o con las personas más cercanas a él. Es frecuente que sea poco realista con respecto a lo que se requiere y como consecuencia surge una ineficacia en el resultado del trabajo que se realiza, surgiendo una desmotivación en el equipo que dirige y una ausencia en escala de cada uno de los miembros que colaboran con él.

4º Necesidad de parecer perfecto. Es incapaz de admitir sus equivocaciones o sus debilidades. Las críticas por más fundadas que sean, le irritan o le producen rechazo. Culpa a los demás por sus propios errores siendo incapaz de admitir sus propias equivocaciones. Un líder político tiene que asumir siempre la responsabilidad de los problemas y hacer algo al respecto en lugar de tomar la salida fácil y culpar y señalar a los demás. Todos cometemos errores y la clave pasa por aprender de esos errores.

5º Ambición ciega. La ambición es necesaria para el crecimiento y desarrollo personal dentro y fuera de la política, sin embargo no bien gestionada lleva al político a un estado de necesidad permanente de parecer adecuado en todo momento y vencer siempre. Cuando se compite en vez de colaborar deja de tener valor. El político entonces inicia un proceso inconsciente de exageración de su propia valía jactándose ante los demás. Juzga a las personas en base a estás conmigo o estás contra mí. Dónde la desconfianza en su círculo de influencia lo convierte en una marioneta al servicio de sus inseguridades. Esta situación lo lleva recluido a un estado de “síndrome de sillón orejero” donde no escucha y solo tiene la visión de lo que tiene enfrente, donde lo único que tiene valía es su único enfoque.

6º Intromisión. La falta de respeto hacia los demás de una forma inconsciente con la certeza que el fin justifica los medios. Forzar a las personas de su entorno y llevarlas al límite es algo habitual en este estilo de liderazgo ciego. Dirigir de un modo asfixiante y no delegar, conlleva a la creencia de que nada se hará correctamente si no es supervisado por uno mismo. El resultado es agotador lo que convierte al líder político en un ser implacable, insensible y mordaz ante las emociones y sentimientos de los demás. El buen líder político sabe y reconoce que su entorno y su gente merecen respeto y dignidad. Trata a su equipo con amabilidad, además de limpiar inmediatamente cualquier impacto negativo que pudiera tener con otra persona. Sabe enfocarse en las fortalezas de su equipo y en las individualidades del mismo, convirtiendo esta circunstancia en un valor que hace extensivo en su liderazgo.

7º Necesidad insaciable de reconocimiento. Todos de alguna forma u otra identificamos fácilmente a líderes políticos que son adictos a la fama, notoriedad y al triunfo. Atesorar los esfuerzos de los demás y acusarles de sus errores entra dentro de la práctica diaria de este líder político. Además aquel político con “necesidad” constante de reconocimiento es capaz de sacrificar cualquier cosa para conseguir su siguiente victoria. El resultado es el descrédito de su entorno y la desconfianza de sus votantes y/o ciudadanos. La confianza va alineada a la coherencia entre lo que se dice y se hace. Y un político necesita ser cercano, empático, consecuente y dirigente.

8º Narcisismo. Donde el único foco es él mismo. Tener la creencia y la actitud de sabelotodo. De que todo pasa por sus manos porque nada tendría sentido si no estuviera él. Cree que no necesita de los demás y que nadie puede hacer las cosas tan bien como él. Al final un líder político necesita ser consciente que nadie es más grande que la propia organización o partido al que pertenece. Uno no tiene cabida sin el otro. 

Como dice un buen proverbio árabe:
El que no sabe, y no sabe que no sabe, es un necio. Mejor evitarlo.
El que no sabe, y sabe que no sabe, es un ignorante. Habrá que instruirlo.
El que sabe, y no sabe que sabe, está durmiendo. Tendremos que despertarlo.
El que sabe, y sabe que sabe, es el verdadero sabio. Y a este hay que seguirlo.

9º Sed de poder. Siempre focalizado en sus propios intereses. No busca el poder para el beneficio de todos sino únicamente para sí o para sus propios intereses. Impone su propia agenda personal independientemente de las demás alternativas, es sencilla y simplemente explotador. Como consecuencia tiene un corto recorrido ante la sociedad y el votante, si descuida su quehacer y abiertamente alardea de su codicia. La esencia de la política nace de la necesidad de mejora de los demás y como consecuencia de uno mismo, no al revés o unilateralmente.

10º Huida hacia arriba. Querer evadirse de la verdad conlleva no ser consecuente con la función básica de hacer política. No afrontar las situaciones, no hacer introspección de quien es como persona y quien es como político. No definir con claridad el tipo de política que se desea implementar, no valorar de donde se parte y fijar como meta el escalón superior sin importar a quien dejamos en el camino es el mecanismo de evasión más fácil ante los quiebros que aporta una vida orientada al servicio público. No es necesario mantener siempre un modelo de fortaleza. Detrás de cada político existe una persona que siente, que vive y que se emociona igual que otra. Y no por ello es sinónimo de debilidad.

No todos los políticos poseen estos puntos ciegos, sin embargo es fácil caer en alguno de ellos. Nadie tiene la capacidad de ver todo. De tener la lucidez para ver todo lo que sucede alrededor. Por ello el líder político que sepa desarrollar un adecuado auto-conocimiento con el fin de poder subsanar aquellas habilidades menos desarrolladas o mitigar aquellos puntos ciegos que le separen de su objetivo principal que reside en el arte de poder hacer política, tendrá que valorar la opción de poder mirar “a través de otro”. Un Coach Político.

Tu ¿Cómo descubres tus puntos ciegos?


18 Habilidades Políticas

Las próximas elecciones municipales de 2015 estarán marcadas por un cambio en la intención de voto apostando más por las personas que por los partidos políticos, así como un refuerzo en las ideas frente a las ideologías.

El político que reclama la sociedad es lo opuesto al que la actualidad política demuestra en sus titulares día a día. 

El futuro político requiere desarrollar nuevas competencias y habilidades emocionales que le lleven a tomar el lugar que la desconfianza ha colonizado en la última década. La sociedad ya no reclama solo buenos oradores y artistas de la palabra. La ciudadanía ofrece su confianza a aquellos políticos que implementen la política en la que ellos creen independientemente del partido donde militen.

Por ello un primer paso es tomar conciencia política de las nuevas reglas y corrientes sociales, incluso aquellas que no están en primera linea. Saber interpretar adecuadamente la realidad externa así como la realidad interna de los partidos se hace imprescindible para cualquier político. La política necesita personas influyentes y persuasivas que sean eficaces y sepan captar la atención de la ciudadanía. Políticos que sepan utilizar estrategias indirectas con el fin de llegar al consenso y obtener el apoyo de los demás.

Inspirar y guiar a la sociedad es una habilidad de pocos. Ejercer el liderazgo parte de la base del ejemplo. Es trasladar con hechos lo que se emite con la palabra. El político que sepa captar los sentimientos no expresados de la sociedad y llevarlos a una realidad en beneficio de ésta conseguirá credibilidad.

Encontrar puntos de encuentro entre el partido, su política y la política que necesita su comunidad (municipio) requiere la capacidad de negociar y de saber resolver desacuerdos. El manejo de los conflictos conlleva una disposición de pensamiento interno calmado y la habilidad de expresión adecuada. Por ello la capacidad de escucha dentro de la comunicación acerca al político a un matiz más humano y menos codicioso pudiendo mostrarse a resolver las cosas dialogando en lugar de dejarse llevar por emociones irracionales que lo posicionan incluso en el ámbito de la agresividad.

El político necesita descubrirse, conocerse, saber cuales son sus recursos, capacidades e incluso sus limitaciones. Aquel que sea consciente de sus puntos fuertes y de sus debilidades habrá dado un gran paso hacia el aprendizaje y su desarrollo personal y político. La persona que tenga una adecuada valoración de sí mismo podrá experimentar nuevas alternativas, descubrir nuevos puntos de vista que sumen a su actividad política y como consecuencia al desarrollo y mejora de la comunidad. Como consecuencia tienen una conciencia emocional trabajada, avanzada de modo que saben reconocer el modo en que sus emociones afectan a sus decisiones y a su vez como sus valores se convierten en la guía de sus decisiones.

Mantener bajo control las emociones e impulsos conflictivos posicionan al político y a su persona en un equilibrio emocionalmente sano. Saber permanecer concentrados, positivos e imperturbables aun en los momentos más críticos en un entorno donde los intereses, las zancadillas y el ego son los protagonistas principales requiere un autocontrol que en política se convierte en un "deporte de riesgo". Sin embargo, la política conlleva a su vez una motivación interna orientada al logro, donde a pesar de los inconvenientes surge un impulso que dirige al político a mejorar y satisfacer un modelo de excelencia dentro de su entorno y al servicio de la sociedad. 

Esa es la esencia de la política. Cuyos valores necesariamente se asientan en la honestidad, la integridad y la responsabilidad del propio político teniendo la aptitud de admitir y asumir sus propios errores. No dejando de señalar, castigar y reprobar las acciones poco éticas de los demás, incluyendo a su propio entorno e incluso partido, a sabiendas de convertirse en un "renglón torcido" dentro de su propia organización. Y ser este reglón torcido no significa tener ausencia de compromiso pues aquel que sintoniza con los objetivos de su partido y con los objetivos de la sociedad está dispuesto a sacrificarse en aras del objetivo superior de su propia organización. Un político comprometido buscará activamente oportunidades para cumplir el cometido de su partido y que a su vez esté alineado con la misión de la sociedad. Un político que sepa anticiparse, reconocer y satisfacer las necesidades de los demás estará orientado hacia el servicio percibiendo de forma activa los sentimientos y puntos de vista de su propio entorno e interesándose activamente por comprender a los demás.

La política actual solicita cultivar y comprender las distintas visiones del mundo, siendo sensibles a las diferencias existentes entre diferentes partidos e ideologías. Esto ofrece una oportunidad al político de aprovechar la diversidad en beneficio de la mayoría y no al interés de un grupo minoritario. Para ello el político necesita tener una sensación muy clara de su valor y de sus capacidades. La confianza en sí mismo conlleva el poder expresar puntos de vista impopulares (dentro y fuera del partido) y defender sin apoyo de nadie aquello que considera correcto para el ejercicio de su/la política.

Un líder político debe saber darse cuenta de las necesidades del desarrollo de los demás y ayudar a fomentar las habilidades de su propio equipo. El crecimiento de las personas que acompañan al político es proporcionalmente beneficioso al conjunto del entorno y como consecuencia hacia la propia sociedad. Estar abierto a ideas y enfoques nuevos siendo lo suficientemente flexible para responder rápidamente a los cambios es una cualidad vital de cualquier persona que desee dedicarse a la política. La innovación y la adaptabilidad son exigidas en el arte de hacer política pues nada permanece estático y ninguna acción consensuada dura más de una centuria, por eso la confianza en uno mismo, especialmente la seguridad es lo que permite al político ajustar, adecuar y pactar sin reserva las iniciativas anteriormente tomadas en el caso que así la realidad lo exija.

En política prever con optimismo e iniciativa un futuro a corto y medio plazo es en sí crear el sueño que toda sociedad anhela. Saltarse las rutinas habituales cuando la situación así lo requiere para llevar a acabo el objetivo marcado es una oportunidad demasiado generosa que en otros ámbitos es inviable adecuar. La política lleva como compañeros de viaje a "obstáculo" y a "contratiempo" y saber viajar con estas circunstancias sin pensar que son fallos personales es una idoneidad que lleva al político a trabajar más desde la expectativa del éxito que desde el miedo al fracaso. 

En resumen, la política se asienta en las personas y aquel que entienda este cambio de paradigma y sepa trasladarlo adecuadamente, será el candidato más querido por la mayoría.



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